Para ti, mamá. Para todos los que estamos lejos.
Cierro los ojos y trato de sentir sobre mi pecho ese último abrazo apretado que nos dimos el 19 de agosto del 2018, en mi mente siempre estuvo el miedo a que ese abrazo no se repitiera muy pronto, pero lo veía poco probable porque en mis planes siempre estuvo, regresar en noviembre.
Decidir que estar lejos, a largo plazo era - es el mejor plan, es un sacrificio diario, es una prueba. Me imagino que estoy surfeando en alguna playa de Margarita, sin saber cómo, voy agarro la tabla me lanzo al agua, surfeo la ola, me caigo, vuelvo a tomar otra ola, me siento feliz por momentos y luego me ahogo un poco y me siento igual de descompuesta como cuando una ola te revuelca hasta la orilla y tragas agua salada, entonces llegó a la orilla y no los veo, no estás ahí para ponerme la toalla y darme agua.
Estar lejos, es un profundo sacrificio, que confieso, no estaba lista para asumir, no me sentía capaz de dejarte allá, de alejarme y salir de lo conocido, definitivamente nadie te prepara para todo lo que te toca asumir.
Cada día, encuentro motivación en ustedes, en lograr con trabajo acortar estos kilómetros que nos separan, en construir un "Hogar", en encontrar un sitio, un ambiente, olores, gente, sabores, pajaritos cantando que me hagan sentir que pertenezco. Pienso en mi abuelo llegando a Venezuela y me gusta suponer, creer que lo hicieron sentir tan bien que decidió quedarse a vivir allá y amar tanto a todos.
Intento sentirme así, pero no lo logro, mi deseo es volver o reunirnos en un sitio en el que pueda vivir mi vida de la manera más plena posible, sentir que pertenezco, que no le debo nada a nadie, sentir que simplemente con ser una persona honesta, entusiasta y trabajadora, mi futuro está en mis manos y puedo hacer una diferencia de bien en la vida de las personas.
Cada vez que hablo con ustedes por teléfono, trato de que mi voz no demuestre lo doloroso que es extrañarlos casi a diario, lo doloroso que es tener el ímpetu de estar en otro país, trabajando honestamente y recibir señalamientos de "robar espacios de trabajo", burlas que se camuflan con "sentido del humor", exigencias laborales que se relacionan directamente con la diferencia de cultura y me hacen sentir menos.
Me duele tanto, sentirme capaz y de pronto con una frase me caigo como un castillo de cartas y no tengo ganas de volverme a parar, solo sigo, sin saber a ciencia cierta si estoy haciendo lo correcto estando lejos de ti, de ustedes, perdiéndome tus abrazos, tus arepas, tus amapuches, tu bendición.
El disfrutar lo cotidiano junto a ti, tiene tanto valor ahora que no lo tengo.
Siento que tengo una responsabilidad tan grande cuando recuerdo lo estresante y aterrador que es vivir en Venezuela, que no quiero se malinterprete, lo que más extraño es mi núcleo, sentirme valorada, útil, no sentir miedo de hablar y compartir mis logros con ustedes.
Pero siento que AGRADECER, es lo que más tengo que hacer y tratar de sensibilizar a los que pueda sobre esta migración humanitaria y desmedida de venezolanos que lo único que quieren es vivir con plenitud y tener oportunidades, comida, salud, servicios públicos y ser felices con sus familias.
Algún día, estaremos relativamente juntos y vivir la vida en familia, no será nuestro sueño, sino una realidad tangible.
Te amo y extraño cada día, bendición.
Gracias Alberto, por ser mi hogar, sin ti no tendría la fuerza de estar lejos de casa.
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